Paseando por el camino que hay paralelo a la playa de Torre de Benagalbón, me llamó la atención este hombre, que según pude apreciar, junto a su perro pasaba largos ratos a pie de orilla quieto como una estatua, observando no se si las olas o la evolución de las nubes en el horizonte, estático ante la impaciencia de su perro que no paraba de deambular de un lado para otro.