La sobrepesca es la pesca excesiva realizada por el humano, ya sea sobre peces o mariscos.
La sobrepesca tiene, además, efectos devastadores sobre los ecosistemas, que van más allá del impacto directo que se ejerce en las especies capturadas, pues una variación notable y repentina del número de ejemplares de una especie puede ejercer una presión intolerable en su medio ecológico. Por ejemplo, si se eliminan la mayoría de las truchas de un río, las carpas se colocarán en una situación predominante que impedirá indefinidamente el restablecimiento de la población de truchas.
La sobrepesca no es un fenómeno nuevo, pero fue en el siglo XX cuando empezó a amenazar al planeta en su conjunto. Afecta tanto a los recursos pesqueros como al entorno (arrecifes, calidad de las aguas, eliminación del plancton).
El incremento de la presión pesquera por parte de los países ricos va desplazando a los pescadores locales de sus fuentes tradicionales de captura, lo que redunda tanto en el empobrecimiento de las zonas donde los pescadores locales ya no pescan, como a que la población autóctona pierda una fuente de alimento muchas veces fundamental para su subsistencia.
La creación de arrecifes artificiales y la gestión racional de las capturas puede permitir la conservación de las especies actuales e incluso la recuperación de aquellas agotadas para la explotación comercial. En cambio, la acuicultura debe someterse a profunda revisión, pues en muchas ocasiones resulta contraproducente. La actitud responsable de los consumidores al elegir los alimentos que compran puede ser también fundamental, pues es en definitiva la presión de los compradores la causa de que peces y mariscos sean puestos a su disposición en los mercados, y por tanto seleccionar especies adecuadas y ejemplares no inmaduros puede ser la clave para que no se produzca sobrepesca.
Podemos distinguir dos tipos de sobrepesca: